domingo, 16 de noviembre de 2008

Del espíritu de la física cuántica y el arte de tejer y amar.

hay pequeños hábitos de los que uno debe ir deshaciéndose, abrir los ojos y estar contigo, estar sin ti


Esto lo escribo para ti por que se que no lo vas a leer.

Como te he comentado, he decidido dejar que la vida ande, hoy estoy cierto de que el tiempo es relativo, no solo como un problema y fenómeno de la física cuántica, sino sobre todo porque existen líneas, vasos comunicantes entre lo ido y lo presente, hilos que se entrelazan y adquieren una nueva forma y dimensión, textura, color, diría que forma y aroma, acaso hasta sabor.

Por eso a veces es difícil dejar el presente, porque está atado al pasado, a esos olores, sabores, texturas, formas, yo creo que más que romper es saber tejer, buscar en la trama los nuevos matices, aquellos que la hacen única, tejer con dulzura y firmeza para que el urdimbre sea resistente, no se abra, no se deshile, no se rompa y fracture.

Creo, que guardando todas las proporciones y los sentimientos, estamos en ese proceso del tejer desde lo íntimo, con nuevos hilos, usando unos viejos, buscando la forma que deseamos aunque no sabemos cuál es porque aún no la encontramos o nos da miedo el mirarla.

Hoy tejemos como Aracne y Penélope, por desesperación, por aguardar.

Sabes, por eso creo que podemos seguir, de manera diferente, no importa si estamos rotos como la taza que tanto querías o las manos estén vacías o acaso y tan solo llenas de impotencia, como en Los Olvidados de Buñuel, pero tambien caminamos sobre nuestra posibilidad, ese camino mágico, como peregrinos en la Vía Láctea hacia Santiago de Compostela.

Tejer no es sencillo, es algo que requiere habilidad, conocimiento, imaginación, ternura, fuerza y por qué no, sabiduría e inteligencia.

Existen tejidos burdos y resistentes, otros finos y también resistentes, pero hay otros, esos son los menos, los que solo se hacen con la magia y que su trama es tan fina que no se notan las uniones, tejidos cuya trama los hace dúctiles y firmes, esos tejidos requieren del corazón y son los que duran toda la vida, son los que cuando te vas los usas de mortaja, porque, ¿que puede haber mejor? ... que esa suave tela llena de toda tu vida para que te envuelva , te acompañe y cobije.

Solo espero haber aprendido a tejer recordar cómo se anudan esos pequeños hilos, saber que oración o canto entonar, hacerlo suavecito, con voz muy bajita para que cada nudo se ajuste suavemente, saber cómo se deben de recorrer los hilos, con la punta de los dedos, así no solo sientes su textura, sino sientes su color, porque cada color es una voz que nos dice siempre en el corazón como hablar, como despedirnos y como dar la bienvenida, nos dice como aceptar y seguir andando, así el blanco puede ser la esperanza o las ausencias, el amarillo lo nuevo, el café la tierra, el origen. Sabes, también es importante recordar el tipo de aguja y saber que unas son largas, otras gruesas, porque así sujetan mejor, unas requieren de gran fuerza y valor, otras de ternura y suavidad, y por último (lo último como fin no existe, es solo otro punto de partida, un cruce de caminos), saber mirar, escuchar, oír para encontrar el diseño nuevo, hacerlo sin miedo, sin angustia, los diseños pasados ahí están, el nuevo viene de lo que hoy somos y de los sueños olvidados, la vida -parafraseando a Arreola- ¡está de parto!, dejando nacer los anhelos, del viento y del tiempo.

Estoy plenamente convencido que Dios me concedió un poco de tiempo, solo para que pudriera hacer algo que no sé que es, pero que ese tiempo esta consumiéndose y yo debo concluir, desde niño pensé que terminaría viviendo solo, en una cabaña, entre bosques y montañas, paseando con mi perro por las tardes, sembrando mis alimentos, escribiendo y pensando. Hoy se que no es así, el camino esta andado y no se puede desandar, ya no hay dolor, ni tristeza, todo ya fue, no queda nada.

Este tejido ha concluido, el corazón ya roto no resiste más, las lágrimas no logran brotar, las manos son débiles, las piernas no me sostienen, hay tanta tristeza que me cubre y me llena.

En fin, suceda lo que suceda, el destino está dado, no por otras manos sino por las nuestras, el mío desde hace mucho que lo empecé a enhebrar, es hora del tiempo, de ese tiempo que hoy es el nuestro, el de ayer y el de mañana.
Alejandro.

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