viernes, 28 de noviembre de 2008

Troya I



CANTO PRIMERO:
Donde se cuenta lo que Homero vio (ese es el milagro de la historia) y de cómo los guerreros eran bien picudos y le arrimaban calor a sus enemigos, de las cochinadas de Helena y de la torre de París.

Cuenta Homero que en la primera cruzada (si, la del eje vial Troya, esquina con Escamandro, colonia La Troade) cuando él vio (es una alegoría), que Aquiles salía a escondidas de la tienda de Patroclo (un júnior, guapetón el, que había sido arrastrado a este mundo de perdición) después de una noche de alcohol, sexo y drogas (cual gringos de spring breaker en cualquier playa del mundo), en fin, la cosa es que olía a camello después de andar un buen rato por el desierto y que sus fachas, ¡válgame dios! Eran tan desastrosas que más bien parecía político mexicano venido a menos o niño pobre del tercer mundo (la tierra, claro está, primero son: Mercurio y Venus).

Cuando lo vieron, pensaron que era Caronte buscando donde había dejado su embarcación, después de haberse aventado una pelea con el cancerbero, de verdad que mas que lastima, daba pena el pobrecito de Don Aquiles.

Y lo que sucede es que después de tantos años de estar juntos, pues la gente como que se encariña y así, sin darse cuenta Patroclo y Aquiles quedaron atados por ese lazo divino, en serio, era un lazo divino, con olancitos y florecitas, bien bonito.
Mientras tanto Paris le seguía entrando con Helenita, una muchacha medio casquivana y el otro un pelafustán que hacían una hermosa pareja, viviendo sus amores y haciendo sus cochinadas (si, los domingos vendían tacos de carnitas en el mercado de Troya, en un puesto que se llamaba “Las cochinadas parisinas de Helena”), a costa del erario público de Troya, del cual Priamo (que era el rey –como el de Don José Alfredo Jiménez-) y era el responsable de informar de la situación que guarda la administración pública del reino y que tenía que hacer piruetas para que los sacerdotes de la oposición no le dijeran nada.

Bueno, en fin, esto no tiene relevancia de no ser porque Menéalo (hermano de Agamenon y esposo de Cliptemnestra – según los estudios psicoanalíticos realizados estos nombres hicieron de cada uno de ellos, seres conflictivos, inadaptados, capaces de matarse entre sí- algo así como militares gringos - es decir, locos de guerra - después de Vietnam o de Irak-)

Estaba molesto, realmente molesto con Paris por que en un juego de poker el había apostado y perdido a la hermosa de Helenita, la cual ya le traía unas ganas al Paris que, que bárbaro.

Y Paris, sencillamente se llevo a la vieja (no por anciana, sino porque así se dice en griego y no gine como piensan los lingüistas) y el, Menéalo, que era de Esparta esquina con Tepito, es decir muy macho, pos le dijo que estaba bien, pero por adentro, a su pérfido corazón (como canción de Agustín Lara) el rencor le corroía toditito y decidió que se iba a vengar, iría hasta la colonia Troade para traerse de regreso a su ex, para ello fue con su carnal el rey Agamenon, un hombre malo, muy, muy malo, que solo quería hacer el mal, este mal hombre (je, je) quería las riquezas de Priamo antes de que París y Helena se las acabaran (estos juniors, quienes en la mejor costumbre de las buenas familias, se la pasan haciendo ricos a sus padres millonarios), así que llamo a la flota, a toda la flota, es decir, a todos sus cuates, los hermanos Ayax, a los res (si, ¿cómo no?) Ulises, Aquiles, Nestor, y a varios más, les dijo que juntaran un montón (unidad de medida histórica y mundialmente conocida, junto con hartos, muchos, un chin…, retehartos, hartos, etc.) de guerreros (si, los de la colonia Guerrero) para que desde Aulide se fueran a toda… vela y remo a Troya.

Sus cuates le dijeron ¡ya vas!, y así fue como se junto la flota para llegarle a Troya con el pretexto de recuperar a Helena y lavar el honor de Menéalo.

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