viernes, 2 de abril de 2010

Dos de abril de 1867


En esta batalla el general Porfirio Díaz abre las puertas para la republica restaurada al caer las ambiciones de Napoleón III y sus reales secuaces europeos y a la Ciudad de México, así el país cree poder intentar ser una republica, una nación (que en eso estamos, no somos tan rápidos, nos gusta aprender de nuestros errores y los mexicanos somos buenos en eso del aprendizaje, puro ensayo y error hasta que nos salga bien, 200 años lo demuestran), en este momento se me ocurre escribir de dos cosas importantes en el llamado por lo que así lo quieres “viernes santo o de la crucifixión”, una sobre la batalla en si misma y otra sobre lo que el general Díaz realizo en su vida personal.

José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, sexto hijo de José Faustino Díaz y Petrona Mori, padre criollo y madre indígena, pasó su infancia en el Mesón, al que llegaban viajeros de todos los rincones del país y a los que Don José y Doña Petrona atendían. Así, los primeros años del pequeño Porfirio pasaron con cierta comodidad económica.

Debido a la situación económica del país, el Presidente Juárez se vio obligado a suspender el pago de la deuda pública por un lapso de dos años, provocando con ello la inconformidad de Inglaterra, Francia y España, que se reunieron en la llamada Convención de Londres para plantear el procedimiento que iban a adoptar en cuanto a sus demandas respecto a México.

Posteriormente tuvo lugar la batalla del 5 de mayo de 1862, donde las tropas mexicanas al mando del general Ignacio Zaragoza se llenaron de gloria. No obstante, Napoleón III envió refuerzos y vino como consecuencia la caída de varias plazas. Díaz en el sur de la República

Porfirio Díaz controlaba militarmente el sur de la República, como jefe de un ejército que había reunido con grandes esfuerzos y con éste avanzó hacia el centro.

El 9 de marzo de 1867 puso sitio a Puebla cuando supo de la proximidad de Leonardo Márquez, quien había salido de Querétaro para buscar refuerzos y provisiones. Díaz apresuró el asalto de la plaza que se le rindió el 2 de abril. Leonardo Márquez se dirigió a la ciudad de México y aquí fue alcanzado y derrotado en las Haciendas de San Lorenzo y San Cristóbal, y perseguido posteriormente hasta Texcoco el 10 de abril.

Después, Porfirio Díaz decidió sitiar a la ciudad de México; para ello circunvaló la plaza y cercó a Márquez sin que éste pudiera evitarlo. En tales circunstancias, les llegó a los liberales la noticia de la caída de Querétaro y de la prisión de Maximiliano. Márquez huyó de la capital y el general Tavares, quien le sucedió al mando, se rindió el 20 de junio.

Al tomar posesión de la capital, Díaz no permitió que sus tropas saquearan y atropellaran a la población, tampoco hubo represalias contra los imperialistas distinguidos que se entregaron pacíficamente. Sólo fue fusilado el general Santiago Vidaurri, viejo liberal que se tornó en favor del imperio. El gobierno de la República, presidido por Benito Juárez, regresó a la capital el 15 de julio.

Con la derrota de los conservadores mexicanos en Querétaro y el fusilamiento del emperador Maximiliano, la política mexicana siguió por el camino de la reforma.

Desde entonces y hasta 1910, el 2 de abril fue día de fiesta, pues servía para recordar la batalla que se libró ese día de 1867 y en la que una brillantísima campaña militar de Díaz logró liberar a Puebla.

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El general Díaz se casó a los 36 años con Delfina Ortega Díaz, hija de su hermana Manuela Díaz su sobrina camal. Delfina era hija de su hermana Manuela, quien falleció cuando la pequeña tenía nueve años, momento a partir del cual Porfirio estuvo al pendiente de su bienestar. Delfina había nacido de una relación extramatrimonial entre su hermana y Manuel Ortega, doctor de la alta sociedad oaxaqueña. No fue reconocida por su padre sino hasta 1878 cuando aparentemente él accedió a cambio de recibir una senaduría que el presidente Díaz le habría ofrecido. El matrimonio llegó a tener ocho hijos, pero sólo sobrevivieron la Infancia dos de ellos: Luz Victoria y Porfirio. Desafortunadamente Delfina murió unos días después de parir a uno de esos pequeños que no lograron pasar las primeras horas de vida

Carta de Porfirio a Delfina:
Querida Fina:
Estoy muy ocupado y por eso seré demasiado corto no obstante la gravedad del negocio que voy a proponerte a discusión y que tú resolverás con una sola palabra. Es evidente que un hombre debe de elegir para esposa a la mujer que más ame entre todas las mujeres si tiene seguridad de ser de ella amado, y lo es también que en la balanza de mi corazón no tienes rival, faltándome de ser comprendido y correspondido; y sentados estos precedentes, no hay razón para que yo permanezca en silencio ni para que deje al tiempo lo que puede ser inmediatamente. Éste es mi deseo y lo someto a tu juicio, rogándote que me contestes lo que te parezca con la seguridad de que si es negativamente no por eso bajarás un punto en mi estimación, y en ese caso te adoptaré judicialmente por hija para darte un nuevo carácter que te estreche más a mí, y me abstendré de casarme mientras vivas para poder concentrar en ti todo el amor de un verdadero padre. Si mi propuesta es de tu aceptación, avísame para dar los pasos convenientes y puedas decírselo a Nicolasa, pero si no es así, te ruego que nadie sepa el contenido de ésta, que tú misma procures olvidarla y la quemes. No me propongas dificultades para que yo te las resuelva, porque perderíamos mucho tiempo en una discusión epistolar. Si me quieres dime sí, o no, claro y pronto. Yo no puedo ser feliz antes de tu sentencia, no me la retardes. Más a lo sublime del amor hay algo desconocido para el idioma, pero no para el corazón, y para no tocar lo común, en él me despido llamándome sencillamente tuyo.

La respuesta de Delfina no se hizo esperar mucho tiempo. El 24 de marzo aceptó por carta la propuesta de matrimonio que su tío Porfirio le hizo.


Respuesta de Delfina a Porfirio:

Mi muy querido Porfirio:
Tengo ante mis ojos tu amable carta de fecha 18 del presente. No sé cómo comenzar mi contestación: mi alma, mi corazón y toda mi máquina se encuentran profundamente conmovidos al ver los conceptos de aquella. Yo quisiera en este instante estar delante de ti para hablarte todo lo que siento y que mis palabras llegaran a ti tan vivas como son en sí, pero ya que la Providencia me tiene separada de tu presencia, tengo que darte a respuesta tan franca y clara como tú me lo suplicas, pero me permitirás el que antes te diga que varias reflexiones me ocurren que debiera exponértelas previamente, pero sacrifico este deber sólo porque te quiero dar una prueba de que vivo tan sólo para ti, y que sin prejuicio de que alguna vez tenga derecho a explicarte las citadas reflexiones, me resuelvo con todo el fuego de mi amor a decirte que gustosa recibiré tu mano como esposo a la hora que tú lo dispongas, esperando que mi resolución franca la recibirás no como una ligereza que rebaje mi dignidad sino por no hacerte sufrir incertidumbres dolorosas. Nada de esto sabe tía porque no me pareció el decírselo yo, sino que tú se lo digas. En caso de que dispongas cualquier otra cosa, te suplico que sea por conducto de nuestro pariente Pepe Valverde, pues sólo en éste tengo confianza. Te ruego que te cuides mucho sin ajar tu buen nombre, y entre tanto saber que es y será tuya.

Entusiasmado por la respuesta, Díaz comenzó a hacer los preparativos de su matrimonio. Envió poderes suficientes para que, en su nombre y representación, el presidente del Supremo Tribunal de Justicia Juan de Mata Vázquez, contrajera matrimonio civil con Delfina, mientras el tomaba Puebla y derrotaba a Leonardo Márquez.

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