viernes, 2 de abril de 2010

Los idus de marzo - Thornton Wilder


Este admirable relato, escrito con ironía y escepticismo, se propone mostrar, sobre el inventado transfondo de uno de los más importantes virajes en la evolución de la civilización occidental, la capacidad de los hombres tanto para el heroísmo, la generosidad y la virtud como para el egoísmo, la traición y la deslealtad. La reconstrucción histórica no figura entre los propósitos primarios de esta obra, que podría calificarse como una ficción sobre determinados hechos y personas pertenecientes a los días postreros de la República Romana.

Soles occidere et redire possunt;
nobis cum semel brevis lux occisus est
nox est perpetua et una dormienda.
(Catulo)
Los soles se ocultan, y pueden aparecer de nuevo;
pero cuando nuestra efímera luz se esconde
la noche es para siempre,
y el sueño, eterno
(Catulo)


De Clodia, en camino hacia Roma, a César.
[...] Tú me enseñaste todo lo que sé, pero te interrumpiste bruscamente, y te reservaste lo esencial. Tú me esnseñaste que el mundo no tiene alma. Cuando yo decía (esto por lo menos lo recuerdas, ¿verdad?, y por qué lo decía) que la vida es atroz, tú me contestabas que no, que la vida no es horrible ni hermosa. Que el vivir no tiene carácter ni sentido alguno. Tu afirmabas que el universo no sabe que los hombres están viviendo en él.
Pero no lo crees. Yo sé que no lo crees. Sé que te queda una cosa por enseñarme. Todos pueden ver que te conduces como si algo tuviera para tí razón y sentido. ¿Qué es ese algo? [...]

Del libro de apuntes de Cornelio Nepote
(...) Para César el dinero sólo es dinero en el momento en que está haciendo algo. Su opinión es que únicamente deberían poseerlo los que saben qué hacer con él. Ahora bien: es evidente que los multimillonarios no saben qué hacer con su dinero fuera de aferrarse a él o de esgrimirlo como un arma. César, indiferente al oro -actitud que para el rico resulta, como es lógico, desconcertante y hasta aterradora-, siempre encuentra una enormidad de cosas en qué emplearlo. Siempre puede poner en actividad el dinero de los demás y extraer el oro de las cajas fuertes de sus amigos.

De César a Cleopatra
(...) Me dices que vuestra ciencia médica egipcia es diez mil años más antigua que la nuestra, y que los romanos somos unos niños. Sí, sí, pero... Debo hablarte severamente: vuestros doctores tienen diez mil años de insensatez. Piensa, piensa por un instante en lo que es la medicina. La mayoría de los médicos son impostores. Cuanto más viejo y más venerado es un médico, tanto más ha de simular que lo sabe todo. Es natural que se pongan peores con el tiempo [...]

De Cicerón, en Roma, a Atico, en Grecia
Sólo uno entre cien matrimonios es feliz, amigo mío. Esta es una de esas cosas que todo el mundo sabe pero que nadie dice. No ha de sorprendernos, pues, que el matrimonio excepcional sea tan celebrado en todas partes, precisamente por su novedad y rareza. Pero lo malo es que los seres humanos, en nuestra locura, tendemos siempre a convertir la regla en excepción. Cada uno de nosotros se cree excepcional y destinado a lo excepcional, y nuestros jóvenes llegan al matrimonio convencidos que de noventa y nueve matrimonios son felices y uno desgracidado o de que, en caso de ser cierta la proporción contraria, les está reservado a ellos la felicidad excepcional.
[...] Por el matrimonio ponemos en manos de las mujeres el gobierno de nuestra casa, que ellas no tardan en extender a todos nuestros bienes. Crían a nuestros hijos, y con ello adquieren cierto derecho a intervenir en sus asuntos cuando llegan a la edad adulta. Y en todas estas cosas persiguen fines totalmente opuestos a los que un hombre se propone [...] Un hombre puede haber salvado a su país, puede haber dirigido los asuntos de un mundo y adquirido fama inmortal de sabiduría: para su mujer, de todos modos, sólo será un tonto sin cerebro.
[...] ¡Oh amigo mío, consolémonos con la filosofía! Hay un terreno en el que no han penetrado nunca y por el que nunca se han tomado el menor interés. Agradezcámos a la vejez que nos libera de la necesidad de sus besos, de esos besos que hemos de pagar al elevado precio de todo el orden de nuestra vida y de toda la tranquilidad de nuestro espíritu.

De Cicerón, desde Roma, a su hermano.
[...] Yo sostengo que cada persona tiene una edad hacia la cual apunta toda la vida, como la aguja imantada apunta al norte. Marco Antonio tendrá siempre dieciséis años, y del contraste entre esta edad y los años que realmente cuenta resulta un espectáculo cada vez más lamentable. Mi buen amigo Bruto ha sido un cincuentón reflexivo y juicioso desde la edad de doce años. César está siempre en la cuarentena, como un Jano que mirase irresoluto hacia la juventud y hacia la vejez. Según esta ley, Cleopatra, a pesar de su juventud, tendría cuarenta y cinco [...] Sin embargo, hay que estar muy alerta para advertir tales cosas [...] la belleza de sus ojos y la dulzura de su voz cuando habla, subyagan al incauto.

De Cytheris a Lucio Mamilo Turrino, en la isla de Capri.
[...] Y a pesar de todo, César ha descubierto que no le puede enseñar nada esencial, ya que la esencia de su enseñanza es la responsabilidad y la ética, y Cleopatra no tiene ni el más vago sentido del bien y del mal.

César ignora su propia pasión por la enseñanza, todo esto tiene para él la invisibilidad de las cosas demasiado evidentes. Es, por tanto, un mal educador. Supone que todos los hombres son al mismo tiempo maestros y estudiantes ávidos, que todos los hombres vibran con la vida moral. Las mujeres son educadoras más sutiles [...]

Wilder, Thornton. Los idus de marzo. Título original: The ides of march. Ed. alianza Emecé. 1ª Ed. 1974.

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