domingo, 27 de mayo de 2012

Digo una pequeña oración




Hola, sabes, hoy he hecho un gran descubrimiento, no se orar, eso que me es tan común (al menos a mi me lo parece), no sé cómo hacerlo, cada religión y estructura de creencias (en el entendido de que el Budismo no es una religión), posee ciertas formulas, cánones y ortodoxia para orar, yo no tengo ninguno.

Hoy estoy aquí, sentado en la grama, bajo la sombra de este viejo árbol, mirando al frente, eso que llaman horizonte, se dibujan las líneas de las cumbres de las montañas, desde aquí se ven brumosas, el viento sopla suave, cálido, como ese aliento que recorre mi cuerpo mientras me desliza sus dedos por la piel, el cielo es malva con algunas nubes, cúmulos como aquellos algodones de azúcar que me compraban y comía cuando era niño, ese tono que es todos los rojos y naranjas, los rosas y por debajo el oscuro camino de la noche, con una luna apenas perceptible y el viejo Quetzalcoatl (Venus) a su lado y el rojo Marte, es hermoso, siempre me evoca situaciones donde todo era gozoso.

Sin embargo, estos ojos miopes, cansados han visto tantas cosas, muchas de las cuales no solo no debieron ser vistas, sino más bien, no debieron existir, cosas tan terribles como ese Goya sobre Cronos devorando a su hijo o ese hombre desesperado, corriendo sobre el malecón y que Munch trazo con la fuerza de la desolación.

Mis manos están cansadas, ya no toman las herramientas para gozar el construir o reparar muebles de madera, manos que cada vez que toman una pluma son como seres sin sentido, que no pueden escribir.

Creo haber caminado, visto y vivido y en todo ese tiempo nunca, jamás he orado, ahora que me doy cuenta no se qué hacer, recuerdo que de niño lo sabía hacer, rezaba, con los años deje de hacerlo.

Pero aquí estoy, intentando orar, me cuesta mucho, es difícil, sin embargo, no lo hago para pedir lo que no me ha sido dado, ni por aquello que vendrá, no lo hago para no sufrir o mantenerme alegre, dado que ambos extremos son como el nacimiento y la muerte, los dos extremos de la vida y por ello son indispensables, como Castor y Pólux, los Dioscuros, forman la condición humana.

No oro por lo que recibí, porque ya me fue dado, por que ha sido usado y ya no está, se ha ido, no oro por el perdón de mis errores, mis yerros también han sido cometidos y mucho de ellos estarán conmigo hasta a muerte.

Tampoco oro por el mundo, por sus dolores y miserias, por sus alegrías y esperanzas, porque es el orbe entero quien debe orar y encontrar el camino.

Oro sencillamente por saber que estas ahí, por saber que eres una parte de mí, la más fundamental, oro por el presente, porque todavía respiro, porque aun puedo asombrarme, porque lo que he vivido ha sido mi camino y realmente puedo afirmar que es singular entre los comunes.

Oro por que aprendí a correr y a reír, por que ame y fui amado, oro por que puedo escribir y sentir, por el placer de los sentidos, oro por aquello que vi y que aun me duele, oro por que a pesar de todo, no tengo rencores ni envidias, oro por que ningún bien jamás me ha atado a un lugar, siempre ha sido el amor, la amistad, el gozo, oro por que puedo llorar y sentir como mis lagrimas se deslizan por mis mejillas recordándome lo humano que soy, oro por ella, por quien fue, por quien será, oro por la carne y el deseo, por el placer y el gozo, oro por el dolor y la angustia, por que estos dones nos han sido dados para saber que estamos vivos y que debemos de aprender.

Oro por que tú y yo caminamos juntos y charlamos uno al lado del otro, por que se que algún día me iré, así cansado como estoy y tu vendrás conmigo, acompañándome en ese último camino, apoyándome en mi cayado, con ropas frescas, sin prisas, solo caminando.

Hoy, sencillamente, aquí sentado, ahora que la noche ha llegado y que la luna se sienta a mi lado y las estrellas juegan a esconderse, sabias que por eso titilan, hoy aquí estoy orando por ti, porque tú eres yo y yo soy tu, oro por nosotros, por mis manos para que vuelvan a sentir los sueños hechos carne y deseos, por mis ojos para que miren y no olviden, para que recuerden, oro para hablar y decir lo que he visto, oro por nosotros, por ti y por mí.

Amén.

Alejandro.

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