miércoles, 10 de noviembre de 2010

Salome


Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...
Rubén Darío, Canción de otoño en primavera

“No hay que buscar símbolos en todo lo que se ve” (Ibd Wilde. Op. Herodes).

¡Qué bueno es ver la luna!. Es como una pequeña moneda. Podría tomarla como a una flor de plata. La luna es fría y casta. Estoy segura de que es virgen; tiene la belleza de una virgen, nunca se ha entregado a ningún hombre, como las otras diosas”.

“Es verdad, te he mirado toda la noche. Tu belleza me ha perturbado dolorosamente. Solamente habría que mirar a los espejos, porque los espejos sólo nos muestran máscaras”.
Oscar Wilde - Salome

Es curioso mirar a Salome, dentro del mito ella, hija de Herodías solicita a Herodes Antipas la cabeza de Juan el Bautista, por haber este lanzado improperios a su madre por ser según dicen adultera, ya que abandono a su marido Filipo por su hermano Herodes.

Lo que más es recordado es cuando Herodes Antípas le pide a Salome que baile, ya que era una mujer voluptuosa y sensual, para ello, esta pide a cambio la cabeza del Bautista, así ella baila la danza que trasciende el tiempo y que ha sido imaginada por artistas y rufianes, deja caer lentamente cada uno de los velos que la cubren hasta quedar totalmente desnuda ante los ojos llenos de deseo de Herodes y de su corte, su madre, Herodías quien ha instigado a Salome a bailar y a solicitar el pago mira fijamente a su hija y a los hombres que la desean.

Salome sencillamente vuelve a cubrirse y solicita le sea efectuado el pago por el rey, así al poco tiempo le es llevada la cabeza del Bautista en una bandeja de plata.

La historia de Salome concluye con el dolor y el arrepentimiento, algo similar a lo que le sucede a lady McBeth.

Lo que a mí me fascina y me llama la atención es la ora de Wilde, quien manteniendo fiel el mito lo convierte en una excelsa reflexión sobre la pasión obsesiva trágica.

Expone esa dualidad existente entre el deseo, la pasión y la libertad, ese juego permanente que abre posibilidades al entendimiento de lo femenino como opción de vida y no con esa visión decimonica, moralina de aprovechamiento de sus cuerpos para obtener lo que desean y arrastrar con ello a la perdición del hombre, es volver al mito de Adan y Eva, donde ella es tan solo una costilla, una parte de él, que es el todo, Waild trasmuta esta visión y la convierte en la piedra filosofal del yo femenino.

Aparte del libro de Wilde, les recomiendo la película del mismo nombre de Carlos Saura, quien como siempre hace de la danza y de los recursos fílmicos una obra plástica llena de belleza, con un juego de flamenco de cante hondo y de duende.

Alejandro

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